Después de nuestra beta positiva
nos dieron cita para la primera eco 12 días más tarde.
Seguíamos de vacaciones así que
teníamos tiempo para pasear y esta la mar de tranquilos. Estábamos feliz, aun
que yo seguía estando muy cautelosa. Don Gato decía que estaba 70-30: es decir,
70% confiado y 30% acojonado. Yo, en cambio, estaba al revés: 30-70.
Los días pasaron y llegamos a la
primera eco. Sabia que la probabilidad de escuchar el corazón era minima, ya
que esta de 5+6, pero tenia esperanzas. Aun así, con ver embrión y bolsa me
valía.
Y así fue. En cuanto la doctora
me vio con el ecógrafo exclamo: - ¡Estas embarazadísima! y respire tranquila un
poco más tranquila. No oímos latido, pero nos dijo que era normal, que aun era
pronto, pero que el corazón latiendo se le veía.
Empezaba a creérmelo un poco. En ningún
momento sentía ningún síntoma de nada. Ni vómitos ni nada. Estaba la mar de
tranquila.
Tenia mucha obsesión con la
comida y las enfermedades. Me empecé a dar cuenta que no podría comer jamón ibérico
en un montón de meses, o algunos quesos, o que ir de pintxos por mi ciudad se
hacia un vía crucis por miedo...
A los diez días me volvió a dar
cita. Cuando has pasado por todo esto los miedos son una base muy fuerte. Todo
el mundo te dice que no te obsesiones, que va a salir bien, y que no hace falta
ir cada semana a hacer una eco; y yo les digo; ¡JA! Cunado te ha costado Dios y
ayuda llegar hasta aquí quieres saber en todo momento si la cosa marcha bien. Sobre
todo las primeras semanas que son claves. No tenia intención de faltar a una
eco cada máximo 10 días hasta la semana 12.
Volvimos a la eco y yo tenia la
esperanza de escuchar ya el corazón. Estaba de justo 7 semanas y ya era
factible escucharlo. Pero tampoco hubo suerte. La doctora dijo que era la posición
que tenia, y la verdad que le puso ímpetu en oírlo, pero después de minutos
decidimos desistir. Eso si, el movimiento se veía perfectamente. Hay estaba
haciendo pum-pum. Por lo cual salimos de allí con un sabor agridulce. Dulce
porque todo iba bien, mi vikinguito latía, aunque no le oyésemos. Y agrio
porque después de un millón de ecos por todo el proceso, quieres que llege ese día
en el que te sientes en el potro ese de tortura y por una vez oigas el latido
de tu bichito.
Ella me insistió que todo esta
bien, y que si me quedaba mas tranquila pasara 3 días más tarde y así oírlo,
pero le dije que no, que podría esperar una semana.
Así que una semana más tarde, un
viernes a primera hora, fuimos otra vez con la feliz intención de esta vez si oírle
su corazón.
Pero no fue así.
Me senté en el potro y cuando metió
el ecógrafo y no dijo nada lo supe: algo no iba bien. Se había parado. Nuestro vikinguito
se paro.
Y de repente el mundo se para. No
puede ser. ¿Todavía estas durmiendo? ¿Puedo volver atrás en el tiempo?
Y así, de golpe, en una mañana en
principio tranquila y feliz, nuestro sueño se volvió a esfumar, desapareció.
Todo fue un sueño del que había que despertase.
Nos mandaron al hospital para
valorar la mejor opción para el aborto. En todo lo malo hay algo positivo. Mi
madre trabaja en ele hospital de mi ciudad de enfermera, justo en ginecología,
por lo cual me fui directamente allí. Me recibieron con los brazos abiertos y
por suerte todo fue en un momento.
Pero creo que esto lo dejare para
la próxima entrada.